
Un empate que debe convertirse en acicate- La opinión indebida del USCF 1-1 SD Ponferradina
Minuto 95. Fotografía de un instante. El colegiado González Páez decreta el final del partido. En cosa 2 segundos parecen apagarse las gargantas y cae sobre el Reina Sofía prácticamente un minuto de silencio. No hay fondo que sostenga canto de animación. No hay murmullo en las gradas. No llega ruido del espacio ocupado por la nutrida afición visitante. Parece una situación de todo punto negativa. ¿Desánimo? ¿Desmotivación? En realidad era un grito mudo. Una rabieta desfondada. Se estaba reflejando la culminación del buen tramo final de partido de Unionistas: un sprint final de creencia ciega que no había recibido recompensa, sino sólo contención. Ese instante sordo de desaliento del que lo ve tan cerca pero no ha sido capaz de conseguirlo.
Minutos antes varios acercamientos peligrosos, instantes de dominio y un balón al palo habían devuelto un remix de rock and roll a la masa de fieles ávidos de sentir y disfrutar. Una música que no parecía convencer al trencilla moderador del encuentro, que había conseguido aplacar los impulsos durante buenos trances de la segunda parte.
Por el medio quedaban momentos menos lucidos. El partido fue de dominio disputado y compartido y se podría pensar que el empate era justo para las credenciales presentadas por los contendientes. Pero, al menos al que escribe, esta vez le quedaba la sensación de que el merecimiento era mayor que en muchas otras ocasiones. Y en contra de muchas de esas otras veces, esta vez no había podido ser. Los tres puntos no se quedaban en casa pese a no haber estado lejos de poder hacerlo.
El empate no es malo ni injusto pero tampoco bueno, y la ambición inherente a la competición deportiva impone convertirlo en revulsivo con objeto de reivindicarse. Se ha empatado contra una de las mejores plantillas de la categoría, contra uno de los equipos llamados a estar arriba, y se le ha podido ganar. Dos aspectos lo han impedido en un ajustado cruce comparativo: la cantidad de concesiones y el montante de desaciertos propios.
Unionistas no concedió mucho pero sí cometió 2 claros errores, uno en cada parte, que acabaron por costar un gol. Primero Borja Valle no acertó tras una pérdida de Carlos de la Nava en salida de balón, pero después, en el 48, sí lo hizo ante la falta de contundencia de Rabadán y Carlos García. Lo hemos visto más veces esta temporada: el error acaba lastrando y es difícil aspirar a más si se conceden goles que obligan a remontar.
El partido, como decimos, se disputó de poder a poder, de igual a igual, y eso, dado el cartel visitante, es mérito local. Una primera parte muy táctica, de planteamientos muy ajustados a lo que cada cuerpo técnico deseaba, y que se saldó en tablas. Una segunda parte en la que ambos fueron a por el partido, en la que encontraron el gol en el error contrario y en la que cambiaron las fichas con las que pensaban que podían lograr el golpe definitivo. Otra vez tablas. Quizá no se tocaran las fichas oportunas… ahí puede haber debate. El factor que se presentó más desequilibrante fue el ambiental y casi consiguió inclinar la balanza, pero finalmente no fue así.
El empate no ha sido malo pero insistimos en que no puede ser complaciente sino revulsivo. Unionistas sigue necesitando esos golpes encima de la mesa, ya sea fuera o ya sea contra rivales de mayor aspiración, que hagan subir la percepción que de sí mismo tiene el bloque. No es momento de balancearse en la bondad de un empate, sino de aceptar el envite de atacar una victoria que está al alcance de la mano.