La prudencia es la virtud del sabio - La opinión indebida del Celta Fortuna - USCF
Podría decirse que lo más llamativo del empate cosechado por Unionistas en Balaídos el sábado pasado es que ha sido acogido por la mayoría de la afición con cierta cautela y espíritu neutro. Incluso parecería que algunos le han dado trámite concluyendo en silencio administrativo, que sería favorable mientras no se aporte lo contrario.
El partido dejó un poso contradictorio que seguramente esté en la base de todas las precauciones. Muchos vimos una primera parte tremendamente sólida y segura, ahogando las combinaciones celtiñas con esas verticalidades que tanto peligro aportan y que desafortunadamente no encontraron premio. Pero muchos vimos también un desinflarse en la segunda mitad, una bajada de suflé justo cuando queríamos ver ese salto hacia adelante que tantos deseábamos a partir del minuto 60-65. Ese plus que permitiera firmar uno de esos partidos muy serios, que se suele decir.
Y es que el equipo celeste volvió a dar señales de juventud, de necesidad de rodaje, de ser una versión aún no madura de la otrora bestia negra de Unionistas. A la vez, según avanzaba el encuentro transmitían el ansia de puntos en la que se ven inmersos, en una necesidad de agradar que les espoleaba jugando en casa mientras los blanquinegros sostenían el andamiaje esperando que no fallase. La defensa salmantina echaba de menos a su capitán, y aunque consiguió felizmente su objetivo, dejó alguna evidencia de precariedad.
El banquillo le dio más al Celta Fortuna que a Unionistas. El refresco de los juveniles aportó aire, rapidez y descaro mientras los relevos charros no mejoraban la versión de los sustituidos. Queda para cada uno su percepción sobre la titularidad de Jonny Arriba y la suplencia de Iván Moreno, que puede analizarse desde muy distintos prismas con buenos argumentos en cada caso. Sigue pareciendo que la plantilla se queda corta, más aún con las bajas.
En definitiva, el partido arrojó muchos aspectos sobre los que tomar pausa y reflexión, pero por encima de todo, un 0-0 que daba la primera portería a cero al indiscutible Iván Martínez. El mismo empate a desaciertos que demostraba lo difícil que es materializar, incluso cuando las virtudes y defectos de cada equipo podían conjugarse para dar un partido de goles. Virtud, la de la prudencia, que no tuvo quien aquí escribe cuando el viernes en La Pizarra Indebida pronosticaba un partido “de más de uno, más de dos, o más de tres goles”. 0-0 de manual, como tantos advertisteis.